Y los resultados del estudio confirman que Darwin tenía razón. En su «Origen de las especies», el naturalista británico proponía que «todos los seres orgánicos que alguna vez han vivido en la Tierra han descendido de una forma primordial». Desde entonces, las evidencias que confirman la teoría se han multiplicado, bajo la forma de un número creciente de criaturas «de transición» entre unas y otras especies en el registro fósil, pero también de una abrumadora cantidad de similitudes biológicas a nivel molecular.
Sin embargo, muchos biólogos se preguntan en la actualidad si las relaciones evolutivas entre los organismos vivientes se describen mejor con un único «árbol familiar» o, por el contrario, con una red de múltiples árboles evolutivos conectados entre sí, como en una telaraña. En cuyo caso, la vida habría podido expandirse de forma independiente a partir de un número indeterminado de ancestros, y no de uno solo.
Sin embargo, según el bioquímico Douglas Theobald, autor principal del estudio, eso es algo que en realidad no tiene demasiada importancia. «Déjeles decir que la vida surgió de forma independiente en múltiples ocasiones. Es algo que la idea de UCA permite. Y si fue así, la teoría sostiene que se produjo un cuello de botella en la evolución, en el que sólo sobrevivieron hasta el presente los descendientes de uno de los organismos independientes originales.
También es posible que efectivamente emergieran poblaciones separadas, pero por medio del intercambio de genes a lo largo del tiempo se habrían convertido en una única especie que fue el ancestro de todos nosotros. En ambos casos, todo lo que está vivo sigue estando relacionado genéticamente».
Por medio de potentes ordenadores y aplicando rigurosas fórmulas estadísticas, Theobald estudió los varios modelos diferentes de ancestros que existen. Y sus resultados inclinan abrumadoramente la balanza en favor de la hipótesis de UCA, un único antepasado común. De hecho, UCA es por lo menos 102.860 veces más probable que tener múltiples ancestros.
Una especie de espuma
Para realizar su análisis, Theobald seleccionó 23 proteínas comunes a todo el espectro taxonómico, pero cuyas estructuras difieren de unas especies a otras. Buscó esas proteínas en doce especies diferentes, cuatro por cada uno de los tres diferentes dominios de la vida (Bacteria Archaea y Eucaryota). El paso siguiente fue preparar simulaciones informáticas para valorar las probabilidades de los diferentes escenarios evolutivos para producir ese rango de proteínas.
Y fue ahí donde Theobald se dio cuenta de que los escenarios evolutivos que partían de un único antepasado común superaban con mucho a los que se basaban en ancestros múltiples. «Simplemente -explica el científico- los modelos con un único antepasado común explicaban mejor los datos, y además eran los más simples, por lo que ganaban en todos los recuentos».
Ahora bien, ¿qué aspecto debe tener ese antepasado común y dónde vivió? El estudio de Theobald no puede responder esas preguntas, aunque el científico sí que se permite especular: «para nosotros, debió parecerse a una especie de espuma, viviendo quizá en los bordes del océano, o quizá en las profundidades, al abrigo de chimeneas geotermales. Aunque a nivel molecular, estoy seguro de que debió tener un aspecto tan complejo y bello como el de la vida moderna».
Fuente ABC
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